Deporte y política: El estadio entra en campaña

La conmoción por las críticas del futbolista Mbappé a la extrema derecha francesa reabre el viejo debate sobre deporte y política, un binomio que siempre ha estado conectado a través de atletas icónicos

Kylian Mbappé

Kylian Mbappé

José Luis García Nieves

José Luis García Nieves

El turbante del brasileño Sócrates con mensajes contra el hambre o el 'apartheid'; el chileno Caszely negando la mano a Pinochet; el valenciano Enrique Molina alistándose en la División Azul; los deportistas americanos arrodillados contra el racismo tras la muerte de George Floyd; la retirada por orden de Hiddink de una bandera nazi en Mestalla; los futbolistas suecos saltándose el aislamiento de la dictadura de Videla en el Mundial 78 para reunirse con las madres de la Plaza de Mayo... 

No es la primera vez, ni será la última, que un deportista se posiciona ante un conflicto o visibiliza causas políticas o sociales. Quizá la novedad, en este caso, sea la trascendencia del protagonista y del momento: Kylian Mbappé, el mejor futbolista del planeta, llamando a frenar a la extrema derecha, en medio de una Eurocopa y sacudiendo una campaña electoral, las legislativas francesas, que pueden volcar el mapa europeo hacia el autoritarismo. El paso del francés, secundado por un manifiesto de otros 200 deportistas, ha provocado, como siempre ocurre en la exagerada burbuja que rodea a este deporte de dimensión global, un debate monumental.

Un binomio tan viejo como el fútbol

La influencia mutua entre el balón y la política, conviene insistir, no es nueva. El gesto de Mbappé entronca con una larga dinastía de referentes mundiales que no han escondido sus ideas. De Sócrates a Maradona, en constante campaña a favor de Fidel o Chávez; de Zidane, también crítico con Jean Marie Lepen, a Luis Figo, un azote del gobierno de Sánchez en redes sociales. 

“El fútbol es política: está organizado estatalmente, responde a un criterio de organización de los estados nación y eso es una lógica política. Se organizan campeonatos de alcance estatal, campeonatos internacionales, que son exaltaciones de nacionalismo. Por lo tanto, el fútbol es claramente un deporte de masas, el más importante, y ha estado instrumentalizado por diferentes regímenes políticos, también por las democracias”, opina Vicent Flor, sociólogo y estudioso de las identidades nacionales y políticas ligadas al fútbol. “El fútbol es política, otra cosa es qué hacen los deportistas. Como son profesionales generalmente ricos, con un estatus superior a la media, en general hacen manifestaciones a favor del statu quo y no en contra. Tendemos a ver como políticas solo aquellas manifestaciones que pueden cuestionar el orden establecido. Podemos decir que es un consenso de la democracia que la extrema derecha es una amenaza, pero incluso eso es visto como un posicionamiento político. Claro que lo es, como que jugar en una selección, o no, es un acto político”.

El fútbol, en realidad, es política desde que el balón echa a rodar, hace siglo y medio. Lo explica Toni Padilla, que ha escrito “El historiador en el estadio”, un ensayo en el que, a través de episodios, cuenta cómo el futbol impacta en la geopolítica, y viceversa. “Las clases populares son las que entendieron el deporte como motor de cambio”, señala refiriéndose a los primeros clubs fundados por obreros y mineros en Inglaterra y que desafían a los clubs de Londres, cuando el fútbol aún no era profesional y el deporte se entendía como un coto de los ‘gentleman’. “Quien ha controlado el deporte ha intentado alejar la política”, añade.

Diego Maradona, con Fidel Castro y Hugo Chávez, en 2011

Diego Maradona, con Fidel Castro y Hugo Chávez, en 2011 / EFE

La responsabilidad social del deportista

En un artículo publicado en 1978, el alemán Paul Breitner pedía a sus compañeros, en vísperas del Mundial de Argentina, que no fueran «eunucos políticos». Pidió el boicot. Lo cierto es que, en momentos de transición, cambio, crisis o agitación, por mucho que estén en una burbuja de privilegio, los deportistas acaban manifestándose. Ha ocurrido en la causa contra el racismo, o incluso en asuntos espinosos como la guerra de Gaza. “El carisma se puede usar mal o se puede usar bien. No se puede usar exclusivamente en provecho propio. También se puede usar para hacer gestos de responsabilidad en contextos políticos conflictivos. Y este es el caso. Y creo que esto debe ser reconocido”, apunta sobre Mbappé el catedrático de Sociología de la UV Antonio Ariño. 

Lo cierto es que un gesto como este puede cambiar el curso de una campaña, un regalo o una pesadilla para candidatos y estategas. "El escenario en el que se desarrolla una campaña siempre es determinante. Y en el caso de la elecciones francesas, este escenario es la Eurocopa. Si Francia avanza, podría ser clave para movilizar el voto hacia Macron. Mbappé es un referente para muchos jóvenes franceses tocados por la desafección política. Su voz puede llegar, precisamente, a la Francia más afectada por la ultraderecha, la de las Banlieues", considera el consultor Álex Comes (La Base).

Hay quien no solo aplaude, sino que reclama más gestos como este. “Lo que ha hecho Mbappé me parece muy bien. Si una persona puede ser influyente en la sociedad, ¿por qué no se van a posicionar? ¿Porque temen las represalias; porque está muy bien visto y y si hacen algo les van a llover las críticas? Eso no me parece suficiente para dejar de hacer una cosa que puede ser muy positiva para la sociedad”. Quien habla es Sergio Manzanera, exfutbolista del Levante, el Valencia y Racing de Santander, estudiante de Medicina en el tardofranquismo, que se jugó el tipo en 1975, con el dictador agonizante, manifestándose contra de los fusilamientos del Proceso de Burgos.

Aitor Aguirre y Sergio Manzanera, en 1975, con el brazalete negro.

Aitor Aguirre y Sergio Manzanera, en 1975, con el brazalete negro. / Levante-EMV

“Era un posicionamiento a favor de la democracia, en contra de la pena de muerte. Se intuía un cambio porque Franco ya era muy mayor, se iba a morir y nadie sabía lo que iba a pasar. Lo que queríamos era un cambio a favor de la democracia. Fue una protesta con unos brazaletes en un partido en Santander contra el Elche, que luego tuvo sus repercusiones porque nos amenazaron de muerte y nos pusieron una multa grandísima para aquella época. Pero bueno, eso entra dentro de lo que ya suponíamos que podría pasar”, recuerda. 

El deporte, permeable a la realidad cambiante

El fútbol es hijo de sus coordenadas. Lo es todo lo que lo rodea. La rabia de los 'hooligans' de los 80, por ejemplo, se ha explicado en el contexto del despliegue de la agenda neoliberal y los recortes de Thatcher, la válvula de escape de los hijos de los obreros. Tampoco se entienden las actuaciones de muchos deportistas sin sus orígenes, como el de Eric Cantona, nieto de exiliados españoles; o Maradona, criado en un barrio muy humilde. La conexión con su tiempo y sus circunstancias también permea al deportista. Antonio Ariño, precisamente, publicó hace unos años el ensayo “La secesión de los ricos”. Sobre los deportistas, apunta: “El futbolista no es un ser aislado, tiene su ideología. Y el deporte siempre ha tenido una dimensión instrumentalizada políticamente. Otra cosa es que haya gente que diga: ‘Los deportistas o los artistas no se han de meter en política’. Estamos metidos todos, queramos o no”.

Sobre las palabras de Mbappé, aclara: “Uno de los elementos fundamentales del deporte es su internacionalización. Si jugadores de cualquier país del mundo y de cualquier color juegan en cualquier equipo, esa defensa del pluralismo -porque ellos lo viven en el campo como un elemento de la estructura de la sociedad- es fundamental. Esta es la clave. El pluralismo es un elemento que está en la heterogeneidad de la sociedad. Y quien niega eso no es que va contra el Estado democrático, es que va también contra los consensos básicos de una estructura social. Ojalá haya más deportistas que tengan estas agallas, este coraje de manifestarse públicamente en esta dirección”.

El silencio ante el reproche social

Ariño, en cualquier caso, extraña la ausencia de deportistas españoles en estas batallas. La atleta Ana Peleteiro, medallista olímpica y campeona europea de triple salto, es una de las pocas deportistas en posicionarse claramente contra la extrema derecha. El portero de la selección, Unai Simón, fijó horas después de Mbappé la posición contraria: "Tenemos muchas veces la tendencia a opinar demasiado de ciertos temas, cuando no sé si deberíamos opinar o hacer esas cosas porque yo aquí soy jugador". También es recordado el tibio y tardío posicionamiento de los futbolistas varones ante la lucha de sus compañeras, en su plante contra la federación por sus derechos laborales.

Unai Simón: "Soy jugador de fútbol y sólo debería hablar de temas deportivos"

Sara Fernández

“Normalmente en los vestuarios no se habla nada de eso. Todo va en función de los resultados del equipo: si hablas de eso y vas el primero de la clasificación, todo estupendo, no pasa nada; como no vayan las cosas bien, viene aquello de que ‘aquí hay que preocuparse más’. A mí me lo dijeron mil veces, me llevaba los libros para estudiar en las concentraciones muchas veces. Si metía dos goles, ganabas y el equipo jugaba, fenomenal. ¿Quién te iba a decir nada? Como fuera mal, la excusa más fácil era esa: menos libros y más trabajo”, recuerda de su etapa como jugador y estudiante Sergio Manzanera. 

“Siempre ha habido interés de quién manda en pedir a los deportistas que no tomen partido", añade Toni Padilla, "considerando que han de ser fieles al espíritu olímpico del Baron de Coubertin: solo personas compitiendo, como si no pudieran tener opiniones y limitarse solo a correr. El que manda teme cualquier declaración de un deportista”.

Piqué, votando en el referéndum del 1 de octubre.

Piqué, votando en el referéndum del 1 de octubre. / EFE

¿Política? Solo a favor del statu quo

De alguna manera, en las últimas décadas se ha extendido la idea del futbolista ‘escindido’ de la realidad, el millonario prematuro más preocupado en defender sus privilegios. Hay excepciones, por supuesto. Emergen casos como los de Borja Iglesias, que exhibe sus posiciones progresistas; el pulso al gobierno de Boris Johnson, en plena pandemia, del joven del Manchester United Marcus Rashford contra los recortes en becas comedor; Toni Kroos, crítico contra el régimen saudí, o el gesto de la futbolista del Levante Femenino, Alba Redondo, pidiendo matrimonio a su novia en el centro del estadio, un deporte donde la diversidad sexual está absolutamente normalizada.

Sobre las opiniones mayoritariamente 'neutras', Vicent Flor argumenta: “En ‘Futbolistas de izquierdas’, Quique Peinado constata que solo una minoría se explicitan de izquierdas porque, en general, lo que buscan es ganar dinero, ser reconocidos y no implicarse en cuestiones polémicas. Pero no posicionarse en los debates sociales de estos momentos es también una posición política. Pongo el ejemplo de la homosexualidad. Es un síntoma de que la presión de los clubs, las marcas, los patrocinadores, hace presión sobre el deportista profesional. La posición de Unai Simón es lo que desearía la mayoría de presidentes de clubs y federaciones. Los deportistas los saben: no son idiotas. Son actores sociales que saben a qué ajustarse”.  

Y concluye: “La ostentación de la riqueza, que también es un acto político, no es vista como un problema. O determinadas acciones como invertir, como hizo Piqué, en negocios que están investigados. Ha sido más criticado por sus posicionamientos a favor o en contra de la independencia de Cataluña que por la corrupción. Hay una presión social a favor del statu quo, que no es neutral”. 

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