El mercado de pueblo que desafía la venta online

El comercio ambulante transforma la vida de Alzira cada semana con su promoción de hábitos sociales y de consumo cada vez menos habituales

Una tradición que desafía las leyes del mercado

Agustí Perales Iborra

Rubén Sebastián

Rubén Sebastián

La tecnología y el mundo digital han revolucionado la sociedad como ningún otro avance en la historia. Ha transformado la forma de relacionarse y los hábitos de consumo. Sin embargo, hay prácticas tradicionales que se resisten a desaparecer. Una de ellas es la de acudir a comprar al mercado ambulante, un ejercicio que todavía realizan miles de personas cada miércoles en Alzira y que transforma, por completo la ciudad. La revitaliza.

En una época en la que las compras se pueden realizar desde la palma de la mano con un solo click, uno de los oficios más antiguos, como es la venta ambulante, sobrevive. A pesar de las numerosas dificultades que se encuentra. Contra viento y marea, los comerciantes se levantan a horas en las que todavía no se han puesto las calles y alzan sus puestos de venta, cada día en un lugar diferente. «A los mercaderes les gusta salir a vender al mercado y esa sensación de libertad que da ir a muchos pueblos. Además, se establecen relaciones con los clientes, que obtienen ese trato cercano que los negocios digitales no pueden ofrecer», expone Miguel Ángel Viñes, presidente de la Asociación Valenciana de Mercaderes (Avame). 

El mercado ambulante es mucho más que un punto de compraventa. Es casi un ritual colectivo del que participan personas de todas las edades y estratos sociales. También de otras localidades. Allí se va a adquirir todo tipo de productos (la variedad nada tiene que envidiar a la de una gran superficie), pero también a conversar. Alzira es, cada miércoles, una ciudad muy distinta a la que los es un martes. Se llena de vida y eso se nota en la calle, pero también en las terrazas de los bares. Su mera existencia impulsa tanto el negocio de quien monta un puesto como del comercio local que le rodea.

La variedad de productos y el trato familiar atrae a personas de todas las edades

Sello de calidad

Además de la gran variedad de productos que se pueden encontrar a la venta, que incluyen desde alimentación hasta ropa, pasando por menaje del hogar y utilería diversa, Viñes destaca que cada día «se trabaja por tener unos mercados de gran calidad». Al respecto, apunta que la federación de vendedores ambulantes prepara un decálogo de buenas prácticas «que sirva, en cierto modo, de sello de calidad».

Una vendedora atiende a los clientes en un puesto de frutas y verduras.

Una vendedora atiende a los clientes en un puesto de frutas y verduras. / Agustí Perales Iborra

Con todo, el sector reconoce las dificultades que se encuentran en el desempeño de su labor: «Aunque es cierto que la venta ambulante aguanta el tirón, también lo es que han desaparecido por el camino muchos vendedores. De las más de 300 plazas que llegaron a ser, en Alzira se conservan unas 150. Esto no es estrictamente malo, lo más grande no siempre es mejor. De hecho, creo que el mercado es muy acogedor. Sin embargo, lo que más nos preocupa es que tenemos un problema en los gobernantes de turno. Nosotros luchamos cada día por sacar adelante nuestros negocios, pero hay políticos que piensan que no existes. Nos encontramos muchas trabas y poco diálogo en más de un pueblo y de dos», indica Viñes.

La cara y la cruz

Si toda moneda tiene dos caras, la cruz la representa el mercado municipal de Alzira. En su antigua ubicación, convertida hace años en la sede de Tráfico, se encontraba arropado, precisamente, por los puestos ambulantes. Sin embargo, su traslado a solo unos metros de distancia desembocó en una crisis que, todavía a día de hoy, está por resolver.

El mercado que da vida a la ciudad

El mercado que da vida a la ciudad / Agustí Perales Iborra

Mientras ciudades y poblaciones de los alrededores pueden presumir de gozar de mercados municipales con gran salud, en Alzira no sucede así. La popularidad de los puestos de venta ambulante no se traslada a los comercios sedentarios. De hecho, desde que se cambió la ubicación hace quince años, los distintos gobiernos locales han encontrado dificultades para hallar inquilinos que prolonguen su actividad en el tiempo. Ha sido un continuo goteo de aperturas y cierres, con la mayoría de los puestos por ocupar. Un hecho pone de manifiesto, todavía más, lo difícil que es replicar el éxito del mercado ambulante en los tiempos que corren.