Queridísimo Molt Hororable o Inhabilitable o Querellable, de Generalitat a Generalitat, de Villa Abajo a Villa Arriba, de Puig-dels-Ports a Puigdemont:

Te escribo conmovido por las últimas noticias que me llegan del antiguo Principat y/o futura República, una vez que has aprobado las famosas leyes de desconexión con España o/y la parte que me toca, el Maestrazgo. Además de Tigre de Morella, soy socialista y a mí tampoco me importa tener una o más naciones, ni la doble nacionalidad, que ya dice mi secretario general que el Estado es una multinacional. Sí, España fabrica nacionalidades como la Ford produce Focus o la Nestlé elabora nescafés. Sin ir más lejos, por esto último el Régimen del 78 ha hecho historia, por dar «nescafé para todos», menos a los vascos, que tacita a tacita les tocó el sueldo nescafé. Pero los gustos de la clientela se sofistican, evolucionan y la fábrica de chocolate toma nota. Así, poco a poco, hemos pasado de aquella patria indisoluble al Nexpreso soluble... y más aromático. Precisamente, la mañana que tenía que reunirme con George Clooney en el palacio de la Moncloa para tratar sobre la comanda de ristrettos y vollutos que le quiero hacer, va y tú y me contraprogramas la visita con la sesión del Parlamento de Cataluña sobre el referéndum 1.0, con papeletas de fotocopiadora láser, urnas de impresora 3D y felpudo del Ikea.

En el país de los valencianos, aunque no te lo creas, también sufrimos el FLA, y nos produce las mismas flatulencias que a tu vicehonorable, pero, en lugar de refrendarnos literalmente, organizaremos una mani contra la infrafinanciación que lucirá el lema «Som una infra-nació», pues no nos llega ni para pagar las letras de la pancarta. Ah, también sufro al Pepé de la Comunitat, que me acusa de estar secuestrado por los pancartalanistas.

Todo lo que sucede me ha traido a la memoria los años cuando estudié Ciencias de la Información en la Autónoma (como tú) y las vecinas del barrio donde vivía chillaban por los balcones (como tú): «Volem butà!». Era otra Transición, menos transitiva que la vuestra de ahora e incluso se diría que fue una enajenación transitoria. Por los transistores hasta se oía cantar a Juanito Valderrama: "Adios mi España querida", una copla premonitoria. Del único «procés» del que se hablaba era del Proceso de Burgos, los últimos samurais se hicieron el harakiri franquista (pero sin catana, que duele) y, al fin, el pueblo pudo "vutà" en un referéndum que, como en cualquier referéndum bien montado, salió que «sí». Más que un referéndum parecía un musical, "Habla pueblo habla", "Libertad, liberdad, sin ira libertad". Todo de "la ley a la ley" y tiro por que me toca, y hecha la ley, hecha la Constitución. Hasta Tarradellas volvió a casa y dijo aquello de «Ja sóc aquí!». Luego, el que estuvo por aquí (y por Andorra) fue Pujol, el muy exhonerable, que también soltó su frase: «Què s'han cregut?». Fue la pregunta que lanzó a Madrid para rehacer el camino de vuelta, como un bumerán, treinta años después. Felipe quiso des-bancarlo pero don Jordi, enfundado en la señera (entonces, sin más estrella que la de La Caixa) se calló el secreto. «¿Qué se han creído?» ¡Todo! ¡Nos lo creímos todo!

Querido Molt, me dirás que no lo has podido hacer mejor, que no te han dejado, que para cocinar una tortilla (española o francesa) antes se ha de romper uno o más huevos. Que Rosa Parks también tuvo que colarse en el autobús de la Historia sin enseñar el billete al revisor. Que ya tenéis mayoría de edad y de la otra, y que la Forcadell lo quiere Òmnium. Que, cuando te embarcas en la golondrina del puerto para ir a Ítaca, en la mitad de la travesía, no se vale decir que siempre te ha gustado más el nano Serrat que el diputat Lluís Llach y que tú también naciste en el Mediterráneooooo. Que sí, que tú tienes toda la razón (y Marhuenda La Razón), pero con eso no basta, que después del Brexit (que no es una serie de Netflix), un Catexit exitoso te sacará de la UE y Junqueras, por mucho que repita posverdades como puños, nunca se convertirá en Juncker.

También me ha sobrado tiempo para pensar en el temible «choque de trenes». Si este se produce en algún lugar indeterminado de la geografía peninsular ya te puedo asegurar que no será en el Corredor Mediterráneo, sencillamente, porqué únicamente existe en nuestra imaginación. Además, a los de Vinaròs sólo les falta que el descarrilamiento ferroviario suceda en su municipio; después de los terremotos del almacén de gas de Florentino y de las últimas explosiones de las bombonas de la yihad, los sufridos vecinos al sur del Ebro ya andan gritando: ¡No queremos "butà"!

Post Scriptum:

Me ayuda a elaborar esta epístola presidencialista el Cronista Montañés, el negro que anteriormente escribió Los días del trencadís de Alberto Fabra, a quien presupongo experto en rompimientos y/o trencadisses.

El muy ingenuo no sabe nada de los referendos legales y mucho menos de los ilegales, y se ha atrevido a apuntarme una solución a tu desafío. Según él, lo más sencillo es que los ciudadanos catalanes y las ciudadanas catalanas (y los Ciudadano's de Rivera) acudáis todos a la Notaria, para que el fedatario público levante acta a vuestros desvelos y recelos, y después que os recuente uno a uno. Seguro que el Gobierno lo notaría. De este modo, sobran las urnas y las papeletas, y menuda papeleta se le presentaría a don Mariano -el registrador de la propiedad de Santa Pola- si sale que vuestras últimas voluntades pasan por modificar las lindes del solar... patrio.

Después de escuchar las ocurrencias del amanuense, le sugiero un título provisional para el segundo volúmen: Los años botánicos, el que habrá de dedicar a glosar las glorias de mi mandato tripartito como presidente de esta nuestra Comunitat.