La oferta de plazas de Educación Secundaria es manifiestamente insuficiente en las líneas de formación en valenciano y en los programas y cursos que se destinan a atender a los alumnos con dificultades de aprendizaje. El curso se abrió ayer en este tramo docente con ese déficit y airadas quejas de los sindicatos por el incumplimiento de los topes de alumnos por aula „36 en ESO y FP y 42 en Bachillerato. En algunos casos se ha llegado a 45 por clase, aunque el Consell defiende que la media es de 26,5 alumnos.

Treinta años después de que se promulgara la Llei d´Ús i Ensenyament en Valencià, la Generalitat todavía no ha conseguido desatascar el cuello de botella que provocan los alumnos que desean matricularse en un curso de primero de Bachillerato con enseñanza en valenciano. Los institutos públicos y concertados no ofrecen suficientes plazas para atender la demanda y cada año una media de 900 estudiantes se quedan sin sitio para continuar su aprendizaje en la lengua autóctona. Este lamentable desequilibrio, que se arrastra demasiados años, se agrava al acceder a la FP, ya que el sistema electrónico de matriculación ni siquiera ofrece la posibilidad de escoger la línea en valenciano.

La Conselleria de Educación, a la que cabe reconocer el esfuerzo realizado en aumentar la capacidad lingüística del profesorado, se ha quedado corta en sus planteamientos y priva a muchas familias del cacareado derecho a decidir, por lo que está obligada a corregir estos defectos. Y, de paso, a desahogar las aulas.