La carrera de F1, llamada por la propaganda oficial a situar a la Comunitat Valenciana en el selecto grupo de los territorios más ricos y

desarrollados del planeta, ya no sirve a los intereses del Consell, que no ha cambiado de partido pero sí de manos. Los actuales inquilinos de la Generalitat consideran que el canon que se paga por situar al puerto de Valencia como escenario de un gran premio automovilístico es excesivo y han preferido aprovechar la fuerza de aceleración de las negociaciones para salir por la tangente. Ni siquiera habrá alternancia con Cataluña, como se había anunciado tras alcanzarse un preacuerdo verbal entre los dos gobiernos autonómicos. Valencia abandona y ahora centrará sus esfuerzos en evitar que el patrón de la Fórmula 1, el astuto millonario británico Bernie Ecclestone, saque tajada de la debilidad de Alberto Fabra al exigir una penalización por incumplimiento de contrato que podría oscilar entre los 25 millones que apuntan fuentes del sector a los 71 millones de dólares que calculó la Sindicatura en 2012.

El Consell deberá mostrar más destreza a la hora de negociar la indemnización que al plantear su salida. A Ecclestone le sobran pretendientes y él mismo se ha descolgado del pacto que suscribió con Camps al dejar fuera a Valencia del precalendario de carreras. El desinterés, por tanto, es mutuo y no debería generar costes añadidos. La F1 no ha ayudado a suavizar el rigor de nuestra crisis económica y tampoco debería dificultar que saliésemos de ella.