María Dolores de Cospedal es, para esta geografía, como un José Bono redivivo y con alas. A Camps, el absuelto, Cospedal le hizo vudú antes de tiempo, y con Fabra intenta buscar alianzas porque la secretaria general del PP necesita bases, votos, barones, un suelo de poder sin el cual no eres nadie cuando el dedo de Dios se inclina hacia otro lado. (A Costa ni siquiera le hizo vudú, lo echó directamente por contestarle: disciplina estaliniana). Como el presidente Fabra está en lo que está, que es en buscar financiación para que no se derrumbe el sistema -la sanidad y la educación, sobre todo- y también se ocupa de armar complicidades entre los mandos del PP de Madrid a fin de que nos perjudiquen lo menos posible, ha de ser Alfonso Rus, desde su almena provincial, el que desmitifique el producto Cospedal y enaltezca las sombras de su lírica de la burrada.

Según Cospedal, los votantes del PP «dejan de comer antes de no pagar la hipoteca». El primer razonamiento de Rus ante este prodigio es aplastante: dice que él no conoce a todos los votantes del PP. Cospedal, sí, eso se da por supuesto. Por eso habla con esa rotundidad. A los ojos de Cospedal, los votantes del PP son un ejército, donde el azar ni se contabiliza. Todos, todos, dejan de comer para acatar la hipoteca. Si la palman, al menos que el banco continúe con sus negocios, por el bien de España. Patriotismo y heroicidad van de la mano. En cambio, Rus, ¿qué dice? Muy fácil: «Uno paga si puede la hipoteca y si no puede, no paga, bastante desgracia tienen los que no pueden pagar». Razonable. Los votantes del PP de Rus son humanos. Los de Cospedal son una falange abanderada. Entre la una y el otro hay bastantes diferencias. Cospedal habla desde un hermético despacho con vistas al coche oficial y Rus practica un populismo como muy de pueblo. Téngase en cuenta que Rus los domingos acude a ver al Olímpic mientras Cospedal aprovecha los días de guardar para dar la tabarra con su discurso oficial. ¿Puede ser lo mismo? Cospedal asegura que los escraches son puro nazismo y Rus dice comprenderlos; Cospedal habla de la gente del PP como si la gente del PP se hubiera transubstanciado en una sola persona y esa persona fuera ella misma, y Rus apenas tiene tiempo para discernir entre el «yo» y la «masa» o remozarse en epítetos laudatorios. A Cospedal le soltó ayer: «Normalmente, ella habla con criterio». Normalmente. Y no con El Criterio de Balmes en la mano, con perdón. En el congreso de Sevilla, Rus y Cospedal tuvieron un encontronazo a cuenta de alguna materia procaz o rijosa, nunca se supo muy bien. Algunas plumas corcovadas, que entonces atacaban a Rus porque no se plegaba a sus propósitos (casi siempre en relación a Camps, a favor o en contra da lo mismo) le crucificaron. Cospedal, entonces, era la reina de Valencia pese a no aterrizar nunca por aquí. Apisonaba la corrupción. Después se han ido conociendo cosas de sus familiares y aquellos escribientes la han ido apartando de la gloria. Las glorias suelen ser efímeras: siempre dependen de los demás. Ahora tienen más motivos. El disparate de las hipotecas ocupa ya uno de los tronos de la infamia.