El ministro del Interior admitió ayer algunos «excesos» policiales contra la protesta estudiantil y hasta Rajoy pidió mesura. La que deberán demostrar los estudiantes a partir de hoy. Miles de estudiantes pasearon ayer su indignación por las calles de Valencia. El número de manifestantes fue muy superior al de días precedentes. También fue ayer mucho mayor el tiempo de ocupación de la vía pública y, en consecuencia, el trastorno al tránsito por el centro urbano. Lo único que se redujo de una manera considerable fue la presencia policial. Y, como si una cosa llevara a la otra, no hubo que lamentar incidentes. Un cambio abismal. La renuncia al uso de la fuerza evidencia hasta qué punto se equivocó de táctica la delegada del Gobierno, Paula Sánchez de León, al enviar a decenas de policías antidisturbios a disolver una simple protesta de chavales. Levante-EMV lo señaló el domingo: la respuesta a las protestas de fechas precedentes fue inadecuada. El riesgo de que los recortes que está adoptando el Gobierno se traduzcan en estallidos sociales aconsejan abordar estos conflictos con suma prudencia, y así lo indicábamos en nuestro editorial del día 19. Fue necesario, sin embargo, que este amago de helenización obligaran al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el ministro del Interior a dar explicaciones para que la delegada admitiera su error. El de los convocantes de las manifestaciones sería no entender que su luminoso éxito de ayer se convertirá en una pesadilla general y por tanto en un fracaso para su movimiento si perseveran en sus planes de colapsar nuevamente Valencia otras once horas, no digamos ya de convocar «jornadas de lucha» hasta que la gobernadora atienda sus exigencias y se inmole de forma no menos coercitiva.