Un amplio acuerdo parlamentario permitió ayer la aprobación de una enmienda que prolonga la vida de las centrales nucleares más allá de la limitación prevista de 40 años. La decisión está en consonancia con los vientos pronucleares que se extienden por el mundo, incapaz de frenar las emisiones de gases de efecto invernadero a las que se responsabiliza del cambio climático y hasta de suministrar la brutal demanda de energía de países como China o la India. La coincidencia política en este punto, tan debatido siempre, ilustra también un cambio de percepción en amplios sectores de la población sobre la energía nuclear y supone un nuevo giro en las políticas del Gobierno de Rodríguez Zapatero, que inició su mandato ofreciendo a los ecologistas el cierre de las nucleares.

El acuerdo, insólito en términos parlamentarios, se produjo justo el día en el que la organización ecologista Greenpeace realizaba su peculiar aportación al debate con la toma de las instalaciones de la central nuclear de Cofrentes. Los ecologistas dieron ayer un salto cualitativo en este tipo de acciones, siempre espectaculares, al herir a uno de los vigilantes jurados que intentaba impedirles el paso. Existe una investigación en marcha que determinará si hubo o no un fallo de seguridad en la central nuclear o si solamente hubo una respuesta proporcional a la fuerza e intenciones de los asaltantes que hubiera sido muy distinta de tratarse de terroristas. En cualquier caso, la ciudadanía estaría más tranquila si supiese que una de sus instalaciones más estratégicas y apetecida por el terrorismo internacional es segura y realmente está bien protegida.