Gonzalo Anaya, maestro de maestros, paradigma de la docencia renovada de la España contemporánea, recordaba las Misiones Pedagógicas de la II República como «la enseñanza que no pudo ser» en alusión a una escuela comprometida con su tiempo cuyos esfuerzos fueron cercenados por la barbarie del franquismo. El espíritu de aquella escuela humanista, que buscaba crear «una nueva ciudadanía», es el mismo que reivindican hoy los Movimientos de Renovación Pedagógica (MRP) artífices del «análisis más vivo y creativo sobre la escuela en las últimas décadas», como se dice en el libro Planteamientos de la Pedagogía Crítica.

Las cortapisas antidemocráticas a la educación republicana o las que el propio Anaya sufrió como docente son equiparables a las que estos días se ciernen sobre los colectivos de los MRP. Mudado el uniforme militar por el traje de Milano y la fusta de maestro-católico por el rodillo —su mayoría absoluta—, el Partido Popular hace valer el pensamiento único para excluir a los Movimientos de Renovación Pedagógica del Consejo Escolar Valenciano. En el punto de mira del nuevo despotismo, un fin: desarbolar de ideas y de pluralidad el debate sobre la necesaria mejora de la enseñanza pública, precarizada, abocada a la obsolescencia e, in extremis, privatizada al mejor postor.

Hace más de dos décadas que empezaron a constituirse en el País Valencià colectivos de enseñantes preocupados por la transformación democrática de la escuela, por la implantación de una pedagogía centrada en el alumno y fuertemente vinculada al entorno social y cultural más próximo. Aún quedaba lejos el horizonte del barracón y de la escuela desconchada —el modelo Font de Mora— y las prospectivas de evolución de la enseñanza apuntaban a algo muy distinto: el desarrollo integral, autónomo, solidario y crítico de los alumnos. Aquellos grupos acabaron cuajando en los Movimientos de Renovación Pedagógica e integrando a lo más granado y vanguardista de la pedagogía alternativa, en progresión desde entonces.

Frente al tradicionalismo docente, la renovación pedagógica ha desarrollado y aplicado la gestión democrática de la enseñanza, la descentralización del sistema educativo, la incorporación de las conclusiones científico-pedagógicas para orientar los procesos de intervención didáctica, el pluralismo filosófico, ideológico y axiológico a la hora de definir la cultura escolar y, en esa línea, muchas otras prácticas para adaptar la docencia a los nuevos tiempos. En el País Valenciano, centenares de profesores mantienen viva esa experiencia de los MRP organizados por comarcas: el Col·lectiu de Mestres de la Safor, el Col·lectiu de Terres del Sud, el CODERI, etc. En el seno de estos movimientos muchos docentes aprendieron a reflexionar sobre su trabajo para formarse y mejorar su práctica diaria, al tiempo que se constituía un referente imprescindible de formación y experiencia para otros docentes e incluso para las administraciones educativas.

Por todo eso, es una injusticia y un gravísimo error la decisión del gobierno del PP de eliminar la representación de los Movimientos de Renovación Pedagógica en el Consejo Escolar Valenciano, máximo órgano de participación del sistema educativo. Muchos somos los que queremos que la voz de los MRP siga oyéndose en el Consejo Escolar Valenciano, porque son una voz cualificada y rigurosa que, a pie de aula y desde la reflexión crítica, aportan propuestas para la calidad y excelencia del Sistema Educativo Valenciano.

Frente al pensamiento único que se nos intenta imponer, hemos de seguir defendiendo la enseñanza que puede ser (y será), porque es la de todos. Como decía Gonzalo Anaya, «lo que hace falta es ayudar a crecer en libertad».

Coordinadora de EUPV