El próximo 17 de diciembre se cumplirán 10 años desde que Naciones Unidas declaró el 25 de noviembre Día Internacional para la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres. Fue en 1981, en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, cuando se pidió por primera vez la celebración de esta efeméride. Con ello queremos poner de relieve que el reconocimiento de que éste es un grave problema social es relativamente reciente, apenas un cuarto de siglo, y va siendo asumido poco a poco.

La legislación española para la eliminación de la violencia contra la mujer, que sigue siendo de las más avanzadas, es también muy reciente y todavía no ha podido desarrollar toda su potencialidad para conseguir el que es su objetivo fundamental: conseguir el cambio en el modelo social para que las relaciones entre los sexos estén basadas en la autonomía, el respeto y la libertad. Porque sólo en un marco social de no dominación podremos desarrollar nuestros proyectos personales de vida sin miedos ni amenazas. Este cambio es particularmente importante para las personas jóvenes: no podemos seguir alimentando modelos de relación de pareja que se basan en la sumisión. Hemos de desenmascarar el espejismo del amor romántico, en el que tantas veces se cimenta la desigualdad que permite la violencia.

Ésta no es sólo una tarea personal. Podemos empeñarnos en cambiar en nuestras relaciones, pero si las mujeres no tenemos socialmente la relevancia que nos corresponde, si nuestra imagen se sigue degradando cotidianamente en los medios de comunicación, en la vida pública, difícilmente alcanzaremos en el plano personal lo que no tenemos en el social. Los derechos de las personas son interdependientes: no nos puede servir que algunas los alcancen, han de ser universales.

Hoy hemos también de tener un recuerdo para las mujeres muertas a manos de sus parejas, compadecer su calvario y reconocernos en ellas. Ellas, sus familiares y sus amistades merecen todo el apoyo de la ciudadanía. Les hemos de acompañar en su dolor y procurar que no se añada sufrimiento a su desolación. Facilitar información y recursos, tratar con sensibilidad las informaciones sobre estos trágicos sucesos. Recuperar, en definitiva, el buen sentido de la palabra compadecer: ponerse en el lugar de la persona que padece.

Y no olvidar a todas las otras víctimas, las que denuncian y las que no se atreven, a sus hijas y sus hijos, que también sufren ese maltrato que se infringe a su madre.

Para ellas y para el proceso en el que están inmersas hemos de pedir a la sociedad más sensibilidad. No basta con que condenemos la violencia machista en general, hay que procurar que este fenómeno sea más conocido socialmente para que, sabiéndonos todas y todos implicados, podamos tejer la red a la que siempre apelamos: la que nos proteje de la injusticia y la desigualdad, la que nos da seguridad para seguir avanzando.

Jefa de la Unidad de Coordinación contra la Violencia sobre la Mujer de la Delegación del Gobierno en la Comunitat Valenciana

Jefa de la Unidad de Violencia de la Subdelegación del Gobierno en Valencia