Hace unos días viajaba en autobús. Al comenzar el trayecto, el conductor puso un DVD. Era una comedia insulsa, pero un tanto amoral, con situaciones equívocas y algo provocativas. Como había pasajeros jóvenes, me fui al conductor y le expliqué que el contenido de la película no era adecuado para ellos. Aquel hombre entendió enseguida el mensaje y muy amablemente accedió a cambiar el DVD. Al regreso a mi asiento, al fondo del autobús, una joven —como si hubiera oído mi conversación con el chófer— me espetó: «Yo tengo catorce años y puedo verlo.» Esbocé una comprensiva sonrisa, y le comenté que yo tenía algunos más, y que, por tanto, igual que ella, podía verlo, pero no me daba la gana de hacerlo; y que si quería se lo explicaba con detalle. Me dijo que no era necesario, se puso colorada como un tomate, y se escurrió en silencio.

Recientemente, Levante-EMV se hacía eco de una iniciativa de EU —una proposición no de ley— para que el Gobierno autonómico retire los conciertos a los colegios que no son mixtos, es decir, aquellos cuyo proyecto pedagógico incluye una educación diferenciada, en las edades de desarrollo de la personalidad masculina y femenina —de 8 a 16 años, aproximadamente. Hay mucho escrito sobre el tema. Hillary Clinton, siendo senadora en 2002 por Nueva York, impulsó una enmienda en la que apostaba por la educación diferenciada por equidad social en los centros de titularidad pública: desde entonces, en Estados Unidos no ha hecho más que aumentar la demanda de este tipo de escuelas. Son también muchos los acuerdos internacionales que España ha suscrito en el que se reconoce el derecho de los padres a la elección de colegio y al correspondiente proyecto educativo. En cualquier caso, no atenta contra nada ni contra nadie. No molesta, salvo que haya una ideologización de por medio.

Lo que me extraña de la propuesta de EU es que, en plena crisis económica, y con el caos de educación que tenemos en España, con cifras escandalosas de fracaso escolar —en torno al 30% en el Estado y alrededor del 33% en la Comunitat Valenciana—, se oponga a un proyecto que resulta sumamente barato a las arcas públicas: apenas un 50%, según fuentes del propio Ministerio de Educación (2005); y que además produce un reducidísimo fracaso escolar. Más no se puede pedir.

Me parece que quienes enarbolan la bandera de «nosotras parimos, nosotras decidimos», si son coherentes, han de seguir afirmando que aquellas mujeres que han decidido parir a sus hij@s han de tener el derecho a educarlas/os como mejor estimen, y no resignarse a que otras se arroguen el papel de indicar a las demás cómo han de hacerlo.

Hay que tratar a la ciudadanía como lo que es: mayor de edad, y no imponer el propio modelo, como si fuera el único válido y universal. La libertad es algo importantísimo en una sociedad plural. Pero la libertad es de ida y vuelta: tú eres libre, y yo también. Si no, no hay juego, porque no es limpio.

grupo de estudios de actualidad