Tras el estallido de la pandemia el sector del automóvil supo que enfrentaba tiempos difíciles, pero probablemente nunca imaginó que el motivo de sus problemas serían las PlayStation. Uno de los componentes electrónicos que utilizan en la fabricación de coches es también empleado para la elaboración de una gran cantidad de productos tecnológicos como portátiles, tabletas, teléfonos móviles o consolas. Los confinamientos han disparado el consumo de estos aparatos hasta el punto de que los proveedores de estas pequeñas piezas no están pudiendo servir a las compañías automovilísticas, que en cascada han ido anunciando frenazos a su producción ante la imposibilidad de recibir estos componentes.

Ford no es ajena a esta coyuntura mundial y ayer anunció lo propio para Almussafes. En concreto, la compañía informó a los sindicatos de que al menos detendrá la producción prevista para los próximos tres sábados (días 16, 23 y 30 de enero), que precisamente la dirección había acordado habilitar para cubrir un repunte de la demanda que había detectado a finales de 2020.

Esa reactivación era percibida por todo el sector. El problema reside en que los fabricantes de coches redujeron sus pedidos hace meses ante las malas previsiones de venta y cuando han querido modificarla, los gigantes tecnológicos ya les habían adelantado por la derecha. El mayor volumen de negocio de estas compañías ha hecho que los proveedores, concentrados en Asia, prioricen servirles a ellas por delante de los fabricantes de automóviles, poniendo en riesgo la cadena de suministros en todo el globo.

Problema a largo plazo

Toyota, Fiat, Seat, Wolkswagen, Honda...todas ellas han ido anunciando en los últimos días medidas para paliar esta escasez de suministro, que algunos medios estadounidenses apuntaban que se puede extender entre seis y nueve meses hasta que se recomponga la producción.

La pieza en cuestión es un circuito integrado, más conocido como microchip. Una estructura pequeña fabricada con un material semiconductor sobre la que se fabrican circuitos electrónicos que los automóviles incorporan para calcular sus elementos de seguridad como el ABS, la dirección asistida o los sistemas de frenado o anticolisiones. Cada coche puede tener en torno a un centenar de estos componentes y la falta de uno solo rompe la cadena.

«No hay ni un día de tranquilidad», lamentaba ayer el presidente del Comité de Empresa de Ford Almussafes, Carlos Faubel. La fábrica se había reactivado este martes tras cuatro semanas sin producir por la baja demanda y esta noticia cayó como un jarro de agua fría entre una plantilla que en 2020 ha acumulado seis ERTE y un ERE de extinción de 350 empleos. Y las expectativas no mejoran ante esta situación, aunque por el momento la empresa se ha dado unos días de plazo para «analizar» los pormenores.

Según Faubel, «es el preámbulo de un nuevo ERTE» pese a que la dirección todavía no ha comunicado a qué modelos afecta el desabastecimiento ni con cuánto stock cuenta. Lo que sí es seguro es que los tres días de paros impedirán fabricar las 12.000 unidades previstas antes del paréntesis para adaptar los lineales al nuevo motor GDI, que llega en mayo.

Cae el primer proveedor valenciano del automóvil

La crisis en la que la covid ha sumido a la industria del automóvil ya se ha cobrado la primera víctima en la Comunitat Valenciana. Se trata del grupo Jobelsa, productor castellonense de tapicerías para asientos de vehículos y que no ha podido sobrevivir a la caída de la demanda derivada de los meses de parón de las factorías y a la débil reactivación del último tramo de 2020.

Como consecuencia, el grupo con sede en Benicàssim ha presentado un ERE de extinción para los 131 empleados de su fábrica castellonense. Ni la empresa ni el sindicato presente en la factoría quisieron aportar datos de en qué momento se encuentra el proceso, que fue comunicado a la plantilla el día de Nochebuena. Según publicó ValenciaPlaza, ya se ha acordado que el próximo 22 de enero 75 de esos 131 empleados dejen su puesto. El resto continuará alrededor de un mes.

Asimismo, Jobelsa ha solicitado la entrada en concurso de acreedores de su matriz Indauvil y de otras cuatro sociedades.

La crisis del coronavirus y su impacto en el sector del automóvil ha supuesto la estocada final, pero la compañía ya registraba una elevada deuda años atrás. En 2018 escaló por encima de los 56 millones de euros y había intentado renegociar la deuda sin éxito, según El Economista.

Esa deuda surgió de una estrategia de internacionalización que no funcionó. El grupo abrió desde 2010 fábricas en Marruecos y Eslovenia, creando más de 1.500 empleos y localizando allí su producción textil. Ahora, esas dos sedes, junto a la de Benicàssim y una cuarta que abrieron en Barcelona, echarán el cierre definitivamente, poniendo fin a una trayectoria de más de 55 años.