Cuando algún valencianista desea que su equipo pierda para que tiren al entrenador, existe un problema gordo. Djukic va sobrado con equipitos como el St. Gallen, pero cuando tiene enfrente a un Valladolid, o un Almería equipos sufridores para seguir en Primera, sigue sin dar con la tecla. Porque arreglado el centro del campo, pese a que Romeu debe entrar por el desfondado Fuego, resulta que el gran boquete sigue en la defensa. Una de las demarcaciones que se supone conocía a la perfección el preparador serbio, donde ofició al más alto nivel. Con independencia de la calidad técnica de los centrales, uno puro como Ricardo Costa y el improvisado Mathieu, la defensa sigue muy mal trabajada, en el caso que se ensaye algo en Paterna. La cintura del luso no es la de un bailarín, ya se sabía, pero no puede ser uno de los peores defensores de la Liga, donde cualquier atacante le coge la espalda a la primera jugada. Lo mismo que a su socio galo. Pero además son incapaces de coordinarse y dejar el mínimo espacio entre ambos. La distancia entre Costa y Mathieu en el área sigue siendo una auténtica provocación para los arietes rivales. El Valencia lleva el promedio de goles encajados de un equipo en descenso, con 21 tantos en 13 encuentros, con una sonrojante media. Para colmo, el entrenador admite que hay que mejorar y salir más concentrado. Pero, buen hombre, ¿y usted a qué se dedica? Por si el desaguisado fuera poco, resulta que se ha fichado a una joven promesa portuguesa de central para el mercado de invierno. Y se extrañan porque el valencianismo sigue desertando.