Los futbolistas, cuando están en el campo, representan lo que nosotros delegamos en ellos: un barrio, una ciudad, una comarca o un país entero. La teoría del escritor mexicano Juan Villoro resalta además que eso es lo más importante que puede tener el fútbol como delegación emocional y que también lo convierte en algo irrenunciable. Aplicada la derivada, si el Valencia como club permite el maltrato a sus jugadores, se hace el haraquiri. Los nuevos gestores deberían tenerlo en cuenta partir de ahora, para no debilitar más al equipo, el auténtico aval del Valencia. Reforzar la parcela deportiva garantiza la tranquilidad necesaria para afrontar el resto de problemas. Por cierto, Salvo prometió que nunca se inmiscuiría en el trabajo de los profesionales, pero el viernes comió con Djukic y Vázquez, mientras que el sábado acudió a presenciar el entrenamiento a puerta cerrada en Mestalla. Además de controlar su verbo suelto, porque cada vez que habla sube el pan, el presidente debería cumplir su palabra, o en caso de un cambio de modelo para convertirse en un presidente intervencionista también en el vestuario, hacerlo saber.

Los jugadores del Valencia necesitan un plan de confianza. No palmaditas en la espalda, sino desautorización sin contemplaciones cuando desde el entorno más próximo al club se les califica de mercenarios. Porque el jefe de los mercenarios sale siempre muy mal parado al final.

Unai salva a Djukic, de momento. Se vio otro Valencia, un poco más cuajado. A años luz de lo que debe ser, pero como venía de la nada, pareció mucho. No sabemos si la propuesta de anoche será la definitiva de Djukic, porque el técnico serbio sigue con las pruebas, aunque el Sevilla de Emery ofreció una imagen muy pobre. No es de extrañar que los andaluces estén colista. Una victoria en Mestalla con el peor Sevilla de los últimos años puede servir de consuelo a algunos valencianistas, entre ellos al presidente que ha salvado el primer punto de partido para no destituir al entrenador y continuar con su inexistente planificación de la plantilla. Aunque aparca las soluciones necesarias. Sólo seis puntos de los quince en juego, es un pobre balance para un equipo que aspira a la Liga de Campeones.

Jonas no contaba. El brasileño fue el mejor del encuentro. Anotó los dos tantos y mostró todo su peligro. Curiosamente, Jonas era uno de los menos favoritos de Djukic y también estaba en la lista de salida de Vázquez. Igual que Víctor Ruiz. El central vino con un gran cartel y firmó un buen arranque de pareja de Rami. Cumple su tercera temporada y tampoco contaba para el preparador serbio. Dos ejemplos, junto con Mathieu y Fede, que confirman la mala política de señalar a los jugadores con el dedo, porque son ellos los únicos que pueden sacarte del pozo. Ni eran tan malos, ni tan mercenarios hace unos días, simplemente no entendían a Djukic. Vamos a ver si el chute de optimismo de la victoria de anoche sirve para que el propio técnico se aclare, entre otros.