¿Es el fin de Eurovisión?

La escalada de tensión en Malmo por la participación de Israel está llegando a niveles insospechados con agresiones a artistas y periodistas por su posicionamiento a favor de Palestina

El cantante de Países Bajos y la cantante de Israel durante sus actuaciones en el festival de Eurovisión 2024

El cantante de Países Bajos y la cantante de Israel durante sus actuaciones en el festival de Eurovisión 2024 / ED

Lluís Pérez

Lluís Pérez

Mi idea para esta columna era, completamente, diferente a la que finalmente ha resultado ser, pero las circunstancias obligan a escribir sobre lo verdaderamente importante. Las canciones, la música y los artistas han pasado a un segundo plano en esta edición del festival de Eurovisión. ¡Una auténtica pena! La escalada de tensión por la participación de Israel y la alineación de la organización del evento -la UER y la propia SVT, la televisión sueca- con Israel y cualquier manifestación en contra del genocidio perpetrado por este país están poniendo en riesgo la continuidad de Eurovisión.

Perdonen si me expreso movido por un "tremendismo" causado por toda la información difundida por la prensa desde Malmo, donde el ambiente debe ser insoportable, no quiero ni imaginarlo, para los profesionales, las delegaciones y los propios artistas. Independientemente del resultado en la final, la postura de la UER no puede mantenerse al margen de un conflicto político internacional en el que el agresor quiere mostrarse al mundo como "agredido". Durante el mediodía del viernes, la prensa israelí increpó al cantante de Países Bajos por sus declaraciones contrarias a Israel durante la rueda de prensa del jueves y se burló de la muerta de su padre a la que hace referencia en su canción "Europapa" y, también, un periodista español fue intimidado por ciudadanos israelíes por gritar "Palestina libre" durante el ensayo de Israel. Se trata de hechos intolerables de los que la organización será responsable cómplice de no aplicar sanciones al respecto; en el pasado sí lo hizo. Es cierto que esta complicidad de la organización no sorprende; rebajaron al máximo posible los pitidos del público durante la actuación de la cantante israelí el jueves y han impedido cualquier tipo de declaración en favor de Palestina. ¿Y adivinen: qué nacionalidad tiene Moroccanoil, principal patrocinador del festival? Pero la escalada vivida ayer no debía entrar en sus planes.

El futuro del festival de Eurovisión

Quien escribe es bastante temperamental; pero, tras los sucesos acontecidos el viernes, se me hace difícil pensar cómo puede seguir adelante el festival después de esto. Si no hay consecuencias para Israel, preveo la retirada de algunas televisiones -España debería estar entre ellas, tras la postura adoptada por el Gobierno sobre el reconocimiento al estado palestino- y, también, el rechazo por parte de los artistas a participar porque muchos de ellos declinan ser partícipes del blanqueamiento al genocidio de Netanyahu contra Gaza. No importará la postura de su país al respecto, puede diferir. Mientras escribo, Naciones Unidas votó sobre la ampliación de derechos a Palestina, una declaración de la que Italia se abstuvo, a la vez que su representante, Angelina Mango, cantaba "Imagine" de Lennon en la sala de prensa rodeada por periodistas.

El espíritu de Eurovisión es, sin embargo, todo lo contrario. Así lo reza su eslogan: "United by music"; ¡una ironía rotunda cuanto menos!. Eurovisión ha sido siempre un espacio de unión de la comunidad europea, así se concibió en su origen; un escaparate de diversidad donde, en un mismo escenario, actuaban grupos de música tradicional balcánica, artistas no-binarios con otros CIS, donde unos años ha ganado una banda de heavy metal tras la apariencia de monstruos, un transexual renaciendo como un fénix o un portugués vestido con un simple traje chaqueta negro. Por no hablar de un refugio para la comunidad LGTBIQ, donde se ha podido expresar sin complejos, siendo fieles a sí mismos. Ojalá el pesimismo que me inunda hoy sea solo un espejismo.