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Nuevos hábitos

Familia Skype

La opción de videollamadas de WhatsApp y Skype es lo más utilizado por las familias - «Le veo la cara y no me engaña: sé cómo le van las cosas», afirma una madre que tiene a su hijo en Londres

Dolores ha habilitado un rincón de su casa para hablar con su hijo, que está en América Central. eduardo ripoll

Por motivos de trabajo y sin oportunidades por culpa de la crisis; por estudios; por curiosidad; por amor... o por otras tantas cosas de la vida. Muchas son las causas que llevan a alguien a hacer la maleta en busca de nuevos horizontes, lejos de familiares y amigos. No obstante, atrás quedaron esos años en los que pasaban semanas o meses antes de tener noticias del emigrante, a través de una carta o una llamada telefónica al fijo de casa. Ahora, las aplicaciones móviles permiten romper las fronteras y no perder la comunicación en ningún momento. Las videollamadas por Skype o WhatsApp son parte del día a día en muchos hogares y hacen que la distancia ya no implique el olvido. Padres, hermanos, amigos... forman las «familias Skype», siempre conectadas y pendientes del ordenador, el móvil o la tableta.

Carmen Cortés lo tiene claro: «Le veo la cara y sé cómo le van las cosas; es mi hijo y mirándole lo noto. Para mí, verle es mucho», asegura. Su hijo Jesús Ignacio trabaja en Londres (Reino Unido), y para ella la tableta «es el mejor invento que hay», aunque haya sido un reto aprender a manejarla: «No sabía nada, le puse muchas ganas y ahora la tengo siempre a punto y cargada, por si llama». «Conectamos cuando podemos, pero para mí 10 o 15 minutos ya es bastante. Si le miro a los ojos no me puede engañar: le veo la cara y sé cómo le van las cosas», incide.

Casi 8 años es lo que lleva David Simón recorriendo el mundo. Mauritania, Nicaragua y ahora Panamá son algunos de sus destinos, repasa Dolores Martos, su madre. «Estaba cansado de estar aquí y se fue como cooperante», explica.

Con el ordenador, desde donde Dolores hace las videollamadas, «todo es mucho más cercano». «Con las nuevas tecnologías no es tan duro, no se hace tan lejano», reconoce. «Skype es una maravilla... ¡quiero al ordenador casi más que a él!», exclama entre risas.

«Aunque la conexión no sea buena, como pasa a veces, para nosotros es una cercanía estando lejos». «Lo ves todo: si está cansado, si no se encuentra bien... A veces me da el beso de buenas noches, otras le vemos desayunando», afirma Dolores en referencia al cambio horario. Y es que, muchas familias se ven obligadas a trasnochar por la diferencia de husos entre los países.

«Tengo tres relojes»

«En la cocina tengo tres relojes: uno con la hora de la península, otro con la de Canarias y otro con la de EE UU, para saber cuándo llamar a mis hijos», apunta Mapi, de 74 años. De los tres hijos que tiene, uno está en Lanzarote y otro en Estados Unidos.

«Mis nietos me conocen por la cámara», asegura, ya que su hijo afincado en Canarias se fue hace 24 años, se casó y tiene familia. Por eso, ella ha vivido la evolución de las telecomunicaciones, pasando del teléfono fijo al móvil y de este a las videollamadas. Ahora usa la webcam del ordenador y el WhatsApp del móvil.

«Antes tenía en el contrato del teléfono un suplemento para poder hablar con mi hijo de Estados Unidos solo media ahora en todo el mes. Con WhatsApp y Skype no tenemos límite y ahorramos», apunta Mapi, que reconoce que ha sido «muy raro» y «un poco duro» acostumbrarse, «pero, o cambiaba o perdía a mis hijos, porque es su forma de vida. No los tuve para mí, sino para que vivan su vida», apostilla.

«Verle es lo principal»

A Lina Llorca tampoco le quedó otro remedio que acostumbrarse a usar su smartphone, aunque ahora ya lo tiene «más o menos controlado». «Está muy lejos y tienes que aprender porque es la única manera de estar en contacto con él y poder verle, que es lo principal», detalla. Ella hace videollamadas por WhatsApp con su hijo Israel Pérez, que se fue a Edimburgo (Escocia) hace tres años. El Skype solo lo usan cuando se junta con alguno de sus otros hijos o en ocasiones especiales, como, por ejemplo, en Nochevieja.

«Costó, porque es el pequeño de sus hermanos», reconoce Lina, quien afirma que necesita el móvil «muchísimo, aunque solo sea para decirle ‘hola’ y que conteste... ¡eso ya es un mundo!». «Me da mucha pena porque está muy lejos, pero me alegro porque lo veo bien. Está cobrando más de lo que cobraría aquí, donde solo trabajaba en verano. Ha sido un alivio», reconoce. Asegura que, a pesar de la distancia, Israel no olvida ni los cumpleaños ni fechas señaladas como el Día de la madre.

También se fue en busca de trabajo María, bióloga ahora en Múnich (Alemania). «El trabajo de investigador es difícil, ya sabes», explica Almudena, su madre. «Con Skype se lleva mejor, nos vemos las caras toda la familia, casi siempre el domingo por la tarde, y nos contamos la semana; es fenomenal porque estamos un buen rato», detalla la madre.

Sobre si María volverá, Almudena no lo tiene claro: «lo veo difícil, pero estoy bien porque sé que ella lo está», agrega.

Paula Planilles ahora aprende alemán, en Viena (Austria), pero antes perfeccionó su inglés en Reino Unido y también estuvo en Malasia. Lo que empezó como un reto por su timidez, se ha convertido en su forma de vida desde que acabó la carrera, hace 8 años, cuenta Mercedes Manzanaro, su madre. «Aquí no encontraba trabajo y prefirió irse a otro país y aprender idiomas», explica.

«Se lleva mal, sobre todo cuando se pone enferma», reconoce, «así que si le veo la cara es mucho mejor, más llevadero». «Por Skype hablamos una vez a la semana o cada 10 días y a diario lo hacemos por notas de voz de WhatsApp, así no pagamos nada», cuenta su madre. Además, la joven siempre tiene un móvil español y otro del país en el que reside y combina los minutos de las tarifas con los de su madre.

«Los primeros meses, lo peor»

Javier Ortiz tiene solo 15 años y ya ha cruzado el Océano Atlántico. Sus padres decidieron darle la oportunidad de acabar la ESO en Estados Unidos. «Pensamos que abrir horizontes es importante; el inglés es fundamental, y con uno o dos meses en verano no basta, es necesaria una inmersión», explica su madre, Amparo Blasco . «Los primeros meses son los más pesados pero hay que cambiar el chip y asumirlo, ya ha pasado lo peor», especifica.

«Gracias a WhatsApp, a Javi le enviamos mensajes de voz en cualquier momento o un escrito corto. Skype y Facetime también ayudan bastante y facilitan mucho. Cada vez hay más opciones», relata. «¡Qué más tranquilidad, que verle la carita¡», defiende su madre, aunque también avisa: «No es conveniente hablar a diario porque dificulta la inmersión, no puede estar a 3.000 o 4.000 km y con la cabeza siempre en España».

A falta de la tecnología que permita dar un abrazo o una caricia en la distancia, estas familias ser conforman con ver a sus hijos. Eso sí, a través de la pantalla.

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