Punto y seguido

Verdades engañosas

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. / Levante-EMV

Enrique Orihuel

Alcibíades fue un general ateniense que destacó en la guerra del Peloponeso. Algún detractor le recriminó diciéndole que no sería nada si no fuera ateniense, a lo que Alcibíades respondió: «Tú no serías nada incluso si fueras ateniense». Ya en aquel tiempo se daba mucha importancia al lugar de nacimiento… Es como si a Alcibíades le hubieran dicho que no sería nada si hubiera sido extranjero, otorgando más valor al lugar de nacimiento que al mérito.

Escribí hace tiempo sobre inmigración e incluí la cita de un griego emigrante en Suecia, Theodore Kallifatides: «En Grecia como en Suecia, la manera de enfrentar a los inmigrantes es la misma: Oficialmente son un problema. Extraoficialmente una solución». Lo mismo ocurre en España. Aunque parezca contradictorio, es posible ser al mismo tiempo problema y solución si se observa un mismo fenómeno desde ángulos diferentes.

La inmigración es un problema cuando llega en pateras y cayucos: seres humanos arriesgándolo todo en manos de mafias organizadas. El Departamento de Seguridad Nacional ha advertido sobre la posibilidad de que «actores estatales o no estatales» utilicen olas incontroladas de inmigración irregular con fines ilegítimos. Pero la inmigración también es una solución, para los inmigrantes que buscan una vida mejor y para nuestro país, ya que supone una aportación positiva al mercado laboral y a la economía, teniendo además un efecto paliativo sobre el invierno demográfico.

La percepción que cada cual tenga sobre los inmigrantes en general o sobre personas o etnias concretas, es una tema diferente y subjetivo. Ser «inmigrante exterior» es una cualidad definida exclusivamente por la nacionalidad. Cualquier extranjero que resida permanentemente en España se considera inmigrante, independientemente de si es un jubilado noruego de l’Alfàs del Pi, un senegalés que trabaja como collidor de naranja o un médico magrebí. Su situación y problemáticas son radicalmente distintas y la percepción personal sobre ellos también suele ser diversa. En lenguaje coloquial diríamos que unos caen bien y otros mal. Dado que caer mal o bien suele responder a prejuicios o primeras impresiones, siempre habrá quien intente infundir fobias que alienten el rechazo.

Hace días me llegó un WhatsApp que afirmaba que «más de 2,2 millones de inmigrantes viven en España sin trabajar». El texto procedía de 'La Gaceta de la Iberosfera', un medio digital de una fundación de Vox. Se basaba en la Encuesta de Población Activa de finales de 2023, que estimaba en 0,6 millones el número de inmigrantes parados y en 1,6 millones el número de inmigrantes inactivos. La suma de estos dos grupos heterogéneos son los 2,2 millones a los que 'La Gaceta' aplica el término peyorativo de «inmigrantes improductivos».

Aunque sean datos veraces el mensaje es una verdad engañosa, cargada de intencionalidad política y dirigida a alimentar aversiones. Quieren hacernos creer que sufrimos una invasión de gente improductiva que vienen a vivir del cuento o a delinquir y La Gaceta se pregunta retóricamente de qué viven esas personas o cuál es el coste que generan al Estado.

El engaño se destapa al analizar quiénes componen el conjunto de «inactivos». Según el Instituto Nacional de Estadística «abarca a todas las personas de 16 o más años, no clasificadas como ocupadas ni paradas». Está formado por estudiantes, jubilados, personas dedicadas a labores del hogar, personas con incapacidad permanente, rentistas y aquellos que realizan trabajos sociales sin remuneración. Viven de sus pensiones ganadas durante años con su trabajo, del trabajo de sus familias, de sus inversiones, de sus ahorros y, en menor medida, de ayudas públicas y de la generosidad de la sociedad. Sea como fuere, inmigrantes o nativos, niños o ancianos, activos o inactivos, todos pagamos impuestos porque, como se sabe, en este mundo sólo son inevitables la muerte y Hacienda. El IVA, las tasas y los impuestos no perdonan a nadie. 

En las antípodas de la demonización de la inmigración, la Iniciativa Legislativa para la regularización de inmigrantes impulsada por 800 ONG ha sido admitida a trámite con un apoyo casi unánime. Vox ha sido la excepción a pesar de que conocen la aportación de la inmigración a nuestro país. Por un puñado de votos ponen en circulación verdades engañosas, olvidando principios básicos de humanidad.

Creerse mejor o con más derechos por haber nacido aquí o allá va en contra de la igualdad y dignidad de todos los seres humanos. Cervantes puso en boca de Don Quijote una máxima que podríamos recordar: «Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro». Pero siempre hay quien no es nada… aunque sea ateniense.